«Tengo muchas salvajadas que contar y voy a soltarlas sin azúcar, sin paños calientes: historias de lujuria, libertinaje, drogas y trascendencia… Tantas que tal vez logre saciar vuestro petito por las confesiones endemoniadas.»
La venerable trinidad compuesta por sexo, drogas y rocanrol constituye a estas alturas un tópico próximo a la chuminada aun cuando Steven Tyler se haya consagrado a los ejercicios trinitarios con un paroxismo sulfúrico capaz de disolver hasta los lugares más comunes.
En lo tocante al primer apartado podemos afirmar sin miedo a error que incluso los más consumados atletas genitales rinden sus humilladas cabezas ante las acrobacias de nuestro héroe, cuyo inagotable repertorio de incontinencias es motivo de estupefacción y, por supuesto, de envidia.
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Con respecto al segundo baste decir que él mismo cifra en veinte millones los dólares dedicados a la adquisición de las sustancias ilícitas empleadas para conocer el éxtasis y, en varias ocasiones, el borde de la Steven Tyler (Yonkers, Nueva York, 1948) se crió junto a un piano donde su padre tocaba a Chopin o a Cole Porter. Desde niño se vio involucrado en variadas acciones musicales que sólo tomaron una dirección sin retorno cuando en 1971 se alió con Joe Perry, su «gemelo tóxico», para fundar Aerosmith.
Pasados treinta álbumes y muchos platinos, nadie discute su extraordinario talento vocal o su condición de leyenda antiheroica. Y, dadas sus costumbres, muy pocos se explican cómo ha durado lo suficiente para escribir este libro o, sucedido el milagro, cómo ha conservado un atisbo de la clarividencia necesaria para completar la hazaña. «Steven Tyler es un gigante de la música norteamericana que ha dejado una huella indeleble en todo el mundo. ¡Larga vida a su rock!» Sir Paul McCartney muerte. Las lícitas ni se computan. El tercer sacramento se resume mediante un nombre que ha electrizado a varias generaciones y ha vendido unos ciento cincuenta millones de discos: Aerosmith.
Ese vendaval sonoro acumula ya cuarenta y cinco años, los suficientes para que su voz cantante haya tomado plena conciencia de que es un cuerpo celeste situado en una órbita compartida con, digamos, Keith Richards o el difunto Jimi Hendrix. De acuerdo con los rituales de la galaxia, Steven Tyler ha tomado la pluma para contarlo todo (absolutamente) con tantos pelos y tantas señales que deja otras memorias roqueras convertidas en almibarados cuentos de guardería. El resultado es este descaro, este desacato obsceno en forma de libro. «Cuando Tyler logra expresar lo que sucedía en la música de Aerosmith, el libro se vuelve fascinantes.»
The Washington Post «Estas memorias narran una de las trayectorias musicales más estrambóticas en un tono oportunamente narcótico […].
Si el amor de su vida es su propia voz, nadie podrá negar que Steven Tyler ha sido fiel.» The New York Times «Cuatrocientas y pico páginas de puro Tyler sin filtros ni paliativos […]. ¿Qué otra persona describiría así la sed por los encantos de Pamela Anderson: “Me bebería un galón de su pis sólo para ver el lugar de donde procede”.»
Rolling Stone «Tyler mira atrás a los 63 años para endilgarnos una catarata de historias sobre “la banda más decadente, lasciva, atractiva y repugnante del país”.» Associated Press